18 de diciembre del 2025
Isaías 55:1-13
UNA INVITACIÓN CON EL SELLO DE DIOS
“Todos los que tengan sed, vengan a beber agua; los que no tengan dinero, vengan, consigan trigo de balde y coman; consigan vino y leche sin pagar nada”. Isaías 55:1
Hay una sed que no se calma con agua ni con logros. Es una sed del alma. Esa inquietud interior que, aunque tengamos éxito, compañía o comodidad, sigue susurrando: “Falta algo”. Tal vez la has sentido —un vacío, una desconexión con Dios, contigo mismo o con los demás. Puede aparecer como una crisis, una pregunta sin respuesta o una vida sin rumbo claro. Y, en nuestro intento de silenciarla, buscamos alivio en muchas fuentes: relaciones, entretenimiento, trabajo, posesiones… Pero cuanto más bebemos de esas aguas, más nos damos cuenta de que no bastan. Porque fuimos creados para Dios, y solo Él puede llenar ese espacio. Como dijo san Agustín: “Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”. Jesús lo expresó de esta forma: “El que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás” (Juan 4:13-14). No hay duda: solo Él puede saciar la sed más profunda del corazón humano. Él es el agua viva. No hay gurú, sacerdote o líder espiritual que pueda ofrecer lo que Cristo da, porque nadie más ha hecho lo que Él hizo: dar su vida para que tú vivas. Hoy puedes acudir a Él, tal como estás. No necesitas traer algo a cambio. Solo necesitas reconocer tu sed. Abre tu corazón y dile: “Señor, tengo sed. Te necesito”. Y su promesa es segura: te saciará con su presencia y su gracia.
Bendito Jesús, reconozco mi sed. He buscado tantas veces llenar mi alma con cosas que no pueden sostenerme. Hoy dejo atrás esas fuentes vacías y corro hacia ti. Oro en tu nombre, amén.
Cada vez que abrimos el Nuevo Testamento, lo primero que encontramos son los evangelios. Y tiene mucho sentido, porque allí se nos narra la venida, vida, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Sin embargo, mucho antes de que Él apareciera en la historia, ya había una voz que anunciaba con claridad sorprendente los eventos que estaban por venir. Esa voz fue la del profeta Isaías. Por eso, no es de extrañar que muchos se refieran al libro de Isaías como “el quinto evangelio”. En sus páginas encontramos no solo advertencias de juicio, sino también promesas de restauración, consuelo y esperanza. Isaías no solo anticipó el sufrimiento del pueblo en el exilio, sino también la venida del Mesías, su nacimiento virginal, su ministerio, su pasión y su gloria. En este tiempo del año, cuando el mensaje de la venida de Cristo se escucha por todas partes, te invitamos a detenerte y dejar que las palabras de Isaías hablen a tu corazón. Que su mensaje sea para ti, no solo poesía antigua, sino buenas nuevas vivas, que alientan, consuelan y apuntan con poder a Jesús, nuestro Salvador.
Huascar de la Cruz
Es casado y tiene 4 hijos. Ha sido pastor en México por largo tiempo, y en la actualidad funge como director de Ministerio Reforma.