2 Samuel 2:1-7
DAVID, EL UNGIDO DE DIOS
“Llegaron después los hombres de Judá, y consagraron allí a David como rey de Judá”. 2 Samuel 2:4
Si hay alguien en la historia de Israel que vivió un camino lleno de giros inesperados, ese fue David. Ungido tres veces—primero por Samuel en su juventud, luego por los hombres de Judá en Hebrón y finalmente por los ancianos de Israel—David estaba destinado a la grandeza. Pero su historia no es la de alguien que simplemente recibió un título real y se sentó en el trono sin esfuerzo. Dios tenía un proceso para él, y ese proceso no incluía atajos.
A pesar de la adversidad, David esperó el tiempo perfecto, sin tomar la justicia por su mano. Y cuando finalmente llegó su momento, reinó durante cuarenta años y se convirtió en el monarca más grande de Israel. De su linaje, siglos después, vendría el Mesías, el Hijo del Altísimo. David no fue perfecto. Cometió errores, falló, tropezó... pero siempre regresó a Dios con un corazón arrepentido. Por eso, no se le recuerda por sus fallos, sino por su profunda relación con el Señor. Fue llamado "un hombre conforme al corazón de Dios" (1 Samuel 13:14 RVR60).
Nosotros, al igual que David, hemos sido ungidos con el Espíritu Santo. No vivimos sin propósito ni dirección. Por medio de Jesús, el Hijo de David, hemos sido hechos miembros de la familia real. Puede que a veces nos sintamos como en el desierto, como si la promesa tardara en cumplirse, pero Dios nunca deja una historia incompleta.
Bendito Dios, gracias porque en Ti no hay casualidades ni promesas vacías. Así como guiaste a David a través de su proceso, sé que también estás obrando en mi vida. En Cristo, amén.