Isaías 1:10-20
HABLANDO DEL PECADO
“Vengan, vamos a discutir este asunto. Aunque sus pecados sean como el rojo más vivo, yo los dejaré blancos como la nieve”. Isaías 1:18
No podemos disfrutar plenamente las buenas noticias del evangelio sin antes entender la gravedad del pecado. Los creyentes del pasado lo sabían. Por eso, cuando hablaban de la gracia de Dios, lo hacían con lágrimas de gratitud. Porque sabían de lo que habían sido rescatados. Hoy, en cambio, la palabra “pecado” se evita. La suavizamos, la ocultamos o la disfrazamos de error o de debilidad. Pero encubrirlo no lo elimina. Anestesiar la conciencia no nos libera.
Solo cuando somos honestos con Dios y con nosotros mismos, comenzamos a encontrar la libertad. Y lo que encontramos es maravilloso: Dios no se queda con los brazos cruzados ante nuestro pecado, ni nos arroja reproches sin esperanza. Nos llama al diálogo, nos invita a acercarnos. “Vengan —dice el Señor—, hablemos…”. Su justicia no elimina su misericordia. Y su perdón no es parcial, es total.
Aunque el pecado haya manchado nuestras vidas de rojo encendido, la gracia de Dios tiene el poder de blanquearlas como la nieve. No se trata de mejorar un poco, ni de aparentar cambio. Es una transformación radical, profunda, hecha posible por la sangre de Cristo. Esa fue su misión, en común acuerdo con el Padre celestial. Así es el corazón de nuestro Dios: listo para perdonar, deseoso de restaurar, poderoso para renovar.
Bendito Dios, gracias porque no me dejas en mi culpa. Me llamas con amor y me ofreces perdón. Ayúdame a no huir ni ocultarme más, sino a venir a ti con sinceridad. En Cristo, amén.