Isaías 49:8-18
SU AMOR ES INALTERABLE
“Pero ¿acaso una madre olvida o deja de amar a su propio hijo? Pues aunque ella lo olvide, yo no te olvidaré”. Isaías 49:15
En este pasaje, Dios nos ofrece una imagen conmovedora: la del amor de una madre por su hijo. No hay vínculo más tierno ni entrega más completa en la experiencia humana. Sin embargo, incluso ese amor, tan profundo y natural, puede llegar a fallar. Vivimos en un mundo quebrado, donde el abandono, el rechazo y la indiferencia ya no nos sorprenden. Aún el afecto maternal, tan valorado en muchas culturas, puede diluirse en medio del egoísmo, el dolor o la confusión de nuestros días.
Pero justo ahí, en ese escenario de incertidumbre, Dios nos asegura algo radical: su amor es más firme que el amor más firme que podamos conocer. “Aunque ella lo olvide,” dice, “yo no te olvidaré.” Su memoria no falla. Su corazón no se enfría. Sus promesas no se desvanecen con el tiempo. Su amor es eterno al igual que sus promesas para sus hijos.
Cuando sentimos que hemos sido olvidados, marginados o despreciados, este versículo nos recuerda quién es nuestro Dios: el que graba a su pueblo en las palmas de sus manos (v.16), el que nos guarda con ternura y fidelidad inquebrantables. Nada en este mundo —ni el abandono humano, ni las heridas del pasado, ni el pecado presente— puede borrar de la mente de Dios a quienes le pertenecen. ¿Acaso no es hermoso celebrar ese amor que se manifiesta de manera más plena en su Hijo Jesucristo?
Gracias, bendito Dios porque tu amor es más fiel que el de una madre y más profundo que cualquier cariño humano. Cuando mi corazón dude, recuérdame que no me olvidas. En Cristo, amén.