Salmo 18:1-15
DIOS ES MI ROCA
“Te amo, oh, Jehová, fortaleza mía. Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador… Mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio”Salmo 18:1-2
Con vistas a la ciudad de Squamish, en la Columbia Británica, hay una enorme roca, un enorme monolito de granito llamado Jefe Stawamus. En su punto más alto, el Jefe se encuentra a más de 700 metros sobre el nivel del mar. Si puede soportar una dura caminata, puede escalarlo y contemplar unas vistas espectaculares del valle que hay debajo. También es un lugar importante para los indígenas que viven aquí porque les recuerda al Creador, aunque no lo conozcan del todo.
Cuando oramos con el salmista: “Dios es mi Roca, en quien me refugio”, no se nos viene a la mente una pequeña roca pulida que podemos guardar en el bolsillo. Tampoco estamos pensando en la roca como algo frío, duro e insensible. Por el contrario, pensamos en otras características, como protección, cobijo y confianza sólida. En la Biblia, Dios se ha revelado fiel, confiable y fuerte. Dios es el mismo ayer, hoy y siempre. Dios tiene una majestad, un poder y una firmeza que no tiene comparación. No hay nadie como Él.
¿Puede imaginar alguna ola o tempestad, por muy elevada que sea, que pueda superar a nuestro “alto refugio”? Ni lo intente. Por eso, por cualquier motivo, podemos escondernos en la hendidura de nuestro Jefe, nuestro protector, nuestro Dios, nuestra Roca, y él nos dará cobijo. Él nos mantendrá a salvo de la tormenta.
Oh Dios, nuestra Roca, nos dirigimos a ti y te alabamos porque eres fuerte y poderoso. Nos escondemos en ti y te damos gracias por rodearnos y protegernos. En el nombre de Cristo, Amén.