28 de marzo del 2023
Salmo 139:1-12
¿QUIÉN SOY YO?
“Señor, tú me has examinado y me conoces”.Salmo 139:1
Las pérdidas y los sufrimientos cambian nuestra personalidad al punto de que casi perdemos nuestra identidad. No nos reconocemos, y nuestras emociones y caminos son un mar de confusión. La depresión y la angustia nos oprimen. ¿Quién soy? ¿Cuál es el sentido de mi vida? ¿Qué motivos tengo para vivir? son las preguntas que giran en nuestra cabeza sin encontrar una respuesta satisfactoria. ¿Se ha encontrado últimamente en esta situación? Alabado sea el Señor, que su Palabra nos ayuda a aclarar nuestra visión de nosotros mismos, de nuestro mundo y de nuestro Dios. Nos hace entender quiénes somos, de dónde venimos, porqué estamos aquí y hacia dónde vamos. Nos trae de vuelta a la realidad, ubica las piezas del rompecabezas en su lugar y nos brinda la motivación correcta para vivir. Al cultivar una relación viva y diaria con el Señor, somos transformados a su imagen, crecemos y reflejamos así su gloria. “Tú fuiste quien formó todo mi cuerpo; tú me formaste en el vientre de mi madre. Te alabo porque estoy maravillado, porque es maravilloso lo que has hecho. ¡De ello estoy bien convencido!” (Salmo 139:13,14). También nosotros, como el salmista, podemos maravillarnos ante la gloriosa obra creativa de Dios y ajustar nuestra vida a sus propósitos. En Dios está nuestra identidad.
Señor Dios, solo en ti tengo una identidad completa al conocerte y comprender tus propósitos para mi vida. En el nombre de Jesús, amén.
Las crisis que nos llegan al alma son gigantescas. Presiones externas y temores in- ternos conspiran en nuestra contra sin cesar. Vivimos acosados por amenazas reales y también por amenazas ficticias. La vida no se da sin dolor. Nuestros caminos no están llenos de flores. No pisamos alfombras de terciopelo. Nuestra jornada se da por caminos espinosos. Sangran nuestros pies. Nuestra alma se arquea afligida. Nuestro cuerpo tiembla. Nuestras lágrimas revientan en nuestros ojos. Nos sentimos frágiles e impotentes, a veces, incluso sin fuerzas para seguir. En esos momentos necesitamos consuelo. No el consuelo superficial que viene de la tierra, sino el consuelo robusto que emana del cielo. Esta serie de reflexiones está basada en mi experiencia en el ministerio de consolación. Escribo desde el calor de la batalla, donde la gente llora, sangra y desesperadamente tiene que oír una palabra de esperanza. ¡Lee este devocionario con la sed del alma y recibe, también, un mensaje de consuelo!
Eleny Vassão
Sirve de capellán en un hospital. Es escritora, conferencista, y directora del Consejo Presbiteriano de capellanes.