29 de marzo del 2023
Isaías 46:1-7
¿Y MI PORVENIR?
“Y seguiré siendo el mismo cuando sean viejos; cuando tengan canas, todavía los sostendré”.Isaías 46:4
El miedo y la ansiedad respecto al futuro comienzan a rondar nuestra mente con el paso de los años. Y nos preguntamos: ¿Cómo nos tratarán cuando la luz de nuestros ojos se vaya apagando y nuestras fuerzas disminuyan, haciéndonos dependientes e inseguros? ¿Se preocupará alguien por nosotros? ¿Nos cuidará? ¿No seremos una carga para los que tienen brazos fuertes y piernas ágiles? El pueblo de Israel también experimentaba esos temores: ¿Sería fiel Dios a su pacto? ¿Seguiría cuidando de ellos en el exilio y después del exilio? El Señor los oyó y los consoló con estas palabras: “Óiganme, descendientes de Jacob… Yo he cargado con ustedes desde antes que nacieran; yo los he llevado en brazos, y seguiré siendo el mismo cuando sean viejos; cuando tengan canas, todavía los sostendré. Yo los hice, y seguiré cargando con ustedes; yo los sostendré y los salvaré” (Isaías 46:3,4). El amor del Señor es fiel para todos los que en Él confían, por lo tanto, no hay por qué temer, sino descansar en sus amorosas manos. Quizá le preocupe saber en qué condiciones económicas o de salud vivirá mañana, o si habrá algún familiar cercano que le apoye. Aunque esto es importante, lo es más saber que Dios cuidará de usted. Él ha prometido sostener a sus hijos a través de los años.
Padre, no permitas que las preocupaciones por el mañana me quiten el sueño. Ayúdame a confiar y conocerte mejor. En Jesús, amén.
Las crisis que nos llegan al alma son gigantescas. Presiones externas y temores in- ternos conspiran en nuestra contra sin cesar. Vivimos acosados por amenazas reales y también por amenazas ficticias. La vida no se da sin dolor. Nuestros caminos no están llenos de flores. No pisamos alfombras de terciopelo. Nuestra jornada se da por caminos espinosos. Sangran nuestros pies. Nuestra alma se arquea afligida. Nuestro cuerpo tiembla. Nuestras lágrimas revientan en nuestros ojos. Nos sentimos frágiles e impotentes, a veces, incluso sin fuerzas para seguir. En esos momentos necesitamos consuelo. No el consuelo superficial que viene de la tierra, sino el consuelo robusto que emana del cielo. Esta serie de reflexiones está basada en mi experiencia en el ministerio de consolación. Escribo desde el calor de la batalla, donde la gente llora, sangra y desesperadamente tiene que oír una palabra de esperanza. ¡Lee este devocionario con la sed del alma y recibe, también, un mensaje de consuelo!
Eleny Vassão
Sirve de capellán en un hospital. Es escritora, conferencista, y directora del Consejo Presbiteriano de capellanes.