27 de marzo del 2023
Salmo 71:1-24
DIOS ES CONFIABLE
“Pues tú, Señor, desde mi juventud eres mi esperanza y mi seguridad.”.Salmo 71:5
Hay muchas personas que tienen una esperanza vacía. La confianza en la riqueza material, el poder político, la belleza física o la sabiduría humana siempre trae una amarga decepción. La confianza en la religión, los ritos sagrados, los predicados morales y las obras de caridad, como fundamento de la salvación, no es más que un fracaso. Ninguna filosofía humana, ninguna psicología de autoayuda, ninguna meditación trascendental puede dar esperanza al hombre. El salmista entendió esta realidad y tomó su decisión. Se volvió a Dios y le hizo su esperanza. Su decisión no fue impulsada por el sentimentalismo, ni siquiera gobernada por un dogma inflexible. Su decisión la tomó a partir de su experiencia. Conocía a Dios desde su juventud. Dios le fue fiel todo el tiempo y en toda circunstancia. Dios lo creó de manera maravillosa, lo apoyó con amor, lo guio con su providencia, lo salvó con su gracia y lo fortaleció desde la juventud hasta las canas. Dios es quien nos guía por sendas de justicia y desciende con nosotros al valle del dolor. Él es quien unge nuestras cabezas con el aceite de la alegría y nos pone una mesa en el desierto. Dios es quien nos bendice con bondad y misericordia todos los días de nuestras vidas, nos toma con su mano derecha, nos guía con su consejo y luego nos recibe en gloria.
Padre, te agradezco porque no hay edad en la que no podamos acudir a ti. Te alabo por cada época de mi vida. En Jesús, amén.
Las crisis que nos llegan al alma son gigantescas. Presiones externas y temores in- ternos conspiran en nuestra contra sin cesar. Vivimos acosados por amenazas reales y también por amenazas ficticias. La vida no se da sin dolor. Nuestros caminos no están llenos de flores. No pisamos alfombras de terciopelo. Nuestra jornada se da por caminos espinosos. Sangran nuestros pies. Nuestra alma se arquea afligida. Nuestro cuerpo tiembla. Nuestras lágrimas revientan en nuestros ojos. Nos sentimos frágiles e impotentes, a veces, incluso sin fuerzas para seguir. En esos momentos necesitamos consuelo. No el consuelo superficial que viene de la tierra, sino el consuelo robusto que emana del cielo. Esta serie de reflexiones está basada en mi experiencia en el ministerio de consolación. Escribo desde el calor de la batalla, donde la gente llora, sangra y desesperadamente tiene que oír una palabra de esperanza. ¡Lee este devocionario con la sed del alma y recibe, también, un mensaje de consuelo!
Eleny Vassão
Sirve de capellán en un hospital. Es escritora, conferencista, y directora del Consejo Presbiteriano de capellanes.