26 de marzo del 2023
Mateo 9:19-22
LA FE QUE PREVALECE
“Pero Jesús…le dijo: —Ánimo, hija, por tu fe has sido sanada. Y desde aquel mismo momento quedó sana”. Mateo 9:22
La mujer que padecía flujo de sangre no es mencionada por nombre. Ella había estado sufriendo durante 12 años. Su enfermedad la había dejado pobre, impura y débil. Cuando todos los recursos a la mano se agotaron, ella fue a Jesús. Estaba convencida de que si solo tocaba el borde de su túnica, sería sanada. Eso es lo que hizo. Jesús sintió el poder que fluyó de él y preguntó: "¿Quién me tocó?". Los discípulos le respondieron que era imposible saberlo. Jesús luego se dirige a la mujer y le dice: "Ánimo, hija, por tu fe has sido sanada. Y desde aquel mismo momento quedó sana". Esta mujer recibió cuatro curas separadas. Una cura emocional. Jesús vio que esta mujer estaba desanimada después de tantos años de sufrimiento. Entonces le dijo: "Ánimo". Una cura existencial. Esta mujer había vivido aislada como una persona impura durante doce años. Todos la evitaban, pero Jesús la llama “hija”. Sanación espiritual. Jesús le dijo: “Por tu fe has sido sanada”. La mujer recibió la mayor de todas las curaciones, el perdón de sus pecados. Ahora era limpia no sólo a los ojos de los hombres, sino también a los ojos de Dios. Y, finalmente, la cura física. En el mismo momento la hemorragia fue detenida y ella fue sanada. ¡Jesús tiene el mismo poder y ahora también puede hacer un milagro en tu vida!
Señor, gracias porque cerca de ti esperanza. Pongo en tus manos mi salud completa. En el nombre de Jesús, amén.
Las crisis que nos llegan al alma son gigantescas. Presiones externas y temores in- ternos conspiran en nuestra contra sin cesar. Vivimos acosados por amenazas reales y también por amenazas ficticias. La vida no se da sin dolor. Nuestros caminos no están llenos de flores. No pisamos alfombras de terciopelo. Nuestra jornada se da por caminos espinosos. Sangran nuestros pies. Nuestra alma se arquea afligida. Nuestro cuerpo tiembla. Nuestras lágrimas revientan en nuestros ojos. Nos sentimos frágiles e impotentes, a veces, incluso sin fuerzas para seguir. En esos momentos necesitamos consuelo. No el consuelo superficial que viene de la tierra, sino el consuelo robusto que emana del cielo. Esta serie de reflexiones está basada en mi experiencia en el ministerio de consolación. Escribo desde el calor de la batalla, donde la gente llora, sangra y desesperadamente tiene que oír una palabra de esperanza. ¡Lee este devocionario con la sed del alma y recibe, también, un mensaje de consuelo!
Eleny Vassão
Sirve de capellán en un hospital. Es escritora, conferencista, y directora del Consejo Presbiteriano de capellanes.