25 de marzo del 2023
Salmos 19
CURA POR LA PALABRA
“La enseñanza del Señor es perfecta, porque da nueva vida. El mandato del Señor es fiel, porque hace sabio al hombre sencillo” Salmos 19:7
Dios se reveló en la naturaleza y también en su Palabra. David habla de la revelación general (Sal. 19:1-6) y de la revelación especial de Dios (Sal. 19:7-14). Aquí hace varias declaraciones importantes: La Palabra es perfecta y fiel; recta y pura; clara y verdadera. David habla de los efectos de la Palabra: restaura el alma y da sabiduría a los simples; ilumina el corazón e ilumina los ojos. La Palabra de Dios permanece para siempre. Es más preciosa que el oro y más dulce que la miel. Guardar la Palabra de Dios es mejor que guardar tesoros. Penetra en lo profundo de nuestra alma y discierne los secretos de nuestros corazones. Es a través de ella que Dios nos llama a la salvación y nos santifica. Ella es la espada del Espíritu, un arma de combate. Es la semilla divina que fructifica para la vida eterna. La Palabra es fuego que quema la impureza; es martillo que quebranta toda resistencia; es luz para los perdidos; pan para los hambrientos y leche para los neófitos. A través de ella, Dios restaura nuestras almas y sana las heridas de nuestros corazones. Por la Palabra vivimos y por ella morimos. Ella es nuestro deleite y el placer de nuestra alma. Debemos conocerla, obedecerla y proclamarla. Aquellos que lo hacen caminan en la luz, hacen la voluntad de Dios, son exitosos en la vida.
Señor, te agradezco por tu Palabra. Ella es mi luz y consejera. En el nombre de Jesús, amén.
Las crisis que nos llegan al alma son gigantescas. Presiones externas y temores in- ternos conspiran en nuestra contra sin cesar. Vivimos acosados por amenazas reales y también por amenazas ficticias. La vida no se da sin dolor. Nuestros caminos no están llenos de flores. No pisamos alfombras de terciopelo. Nuestra jornada se da por caminos espinosos. Sangran nuestros pies. Nuestra alma se arquea afligida. Nuestro cuerpo tiembla. Nuestras lágrimas revientan en nuestros ojos. Nos sentimos frágiles e impotentes, a veces, incluso sin fuerzas para seguir. En esos momentos necesitamos consuelo. No el consuelo superficial que viene de la tierra, sino el consuelo robusto que emana del cielo. Esta serie de reflexiones está basada en mi experiencia en el ministerio de consolación. Escribo desde el calor de la batalla, donde la gente llora, sangra y desesperadamente tiene que oír una palabra de esperanza. ¡Lee este devocionario con la sed del alma y recibe, también, un mensaje de consuelo!
Eleny Vassão
Sirve de capellán en un hospital. Es escritora, conferencista, y directora del Consejo Presbiteriano de capellanes.