Mateo 12:30-37
LAS PALABRAS NO SE LAS LLEVA EL VIENTO
“Y yo les digo que en el día del juicio todos tendrán que dar cuenta de cualquier palabra inútil que hayan pronunciado”. Mateo 12:36
¿Cómo considera sus palabras? ¿Son palabras de paz, de ánimo, de exhortación o tiende a usar un lenguaje grosero, ofensivo y arrogante? ¿Cree que habla como un hijo del Dios Altísimo, o no hay una diferencia en sus pláticas con quienes no conocen a Dios? ¿Es usted la persona a la que sus amigos acuden para escuchar del evangelio o para oír chistes y anécdotas mordaces?
De acuerdo a lo que Jesús dice, las palabras no se las lleva el viento. Nada de lo que decimos se toma a la ligera a la luz de la eternidad. Somos responsables de cualquier palabra ociosa o inútil que pronunciemos y un día tenemos que dar cuenta de ellas. En ocasiones solo intentamos parecer graciosos. En otras realmente queremos hacer daño con lo que decimos. Pero es aun más peligroso cuando al hablar de Dios o de sus obras lo hacemos sin el debido cuidado. Dios no perdonará a los que “con sus palabras ofendan al Espíritu Santo” (v. 31).
Las palabras son tan importantes delante de Dios, que parte de su obra santificadora en nuestras vidas incluye nuestro lenguaje. “No digan malas palabras, sino sólo palabras buenas que edifiquen la comunidad”, exhorta el apóstol Pablo a aquellos que han conocido al Señor. Así que, aun cuando no vamos a ser salvos por lo que decimos, las palabras que usamos dicen mucho de los que son salvos.
Bendito Señor, concede que mis labios destilen gracia para los que me escuchen. Ayúdame a darte la gloria con mis palabras. Amén.