21 de junio del 2022
Habacuc 2:1-20
REVERENCIA AL SEÑOR
“Pero el Señor está en su santo templo: ¡guarde silencio delante de él toda la tierra!”.
Habacuc 2:20
Conozco un pastor que comenzaba los servicios con este versículo: “El Señor está en su santo templo; ¡guarde silencio delante de él toda la tierra!”. Ésa es la forma en que él interpretaba cómo dar la reverencia a Dios. En mi opinión, este versículo representa la esencia del comportamiento que debemos asumir cuando entramos en la casa de Dios. El templo del Señor es un lugar de respeto al que debemos acudir despojados de cualquier cosa que pueda interferir en nuestro culto.
El profeta dice que “el conocimiento de la gloria del Señor llenará toda la tierra, como las aguas llenan el mar” y ante esta certeza no podemos presentarnos en la casa de Dios de una manera casual. Así como no vamos a la playa en traje, los hombres y las mujeres deben vestirse decentemente, cuando van a la iglesia. En un tiempo en que las camisetas llevan imágenes de todo tipo, cuidemos de no ofender al Señor con ellas. La casa de Dios no es una pasarela y mucho menos un escenario para que muestres tus preferencias.
La casa de Dios es un lugar de respeto porque el Señor está allí. Ante la gloriosa presencia del Dios eterno e incomparable debemos guardar reverencia. Canta a pleno pulmón cuando tengas que cantar; ora en voz alta cuando te lo pidan, pero, sobre todo, ten reverencia ante el Dios de los dioses, al Rey de la Gloria.
Oh Señor, permítenos recordar a quién venimos a adorar al congregarnos en tu casa. Enséñanos a comportarnos en tu tabernáculo. En Cristo, Amén.
El tema del devocional de este mes es “Escuchar la voz de Dios”. Dios es un Dios de amor, pero se molesta cuando se le desobedece o cuando no hacemos su voluntad. Desde finales de 2019 la humanidad está sufriendo el coronavirus que se ha convertido en una terrible pandemia. Algunos seres queridos, amigos y familiares han perdido la batalla contra el virus y muchas personas se preguntan: ¿Por qué Dios permite tantas muertes? En la Biblia hay numerosos relatos de enfermedades y plagas que azotaron al pueblo, pero Dios nunca apartó su rostro, ni lo ignoró, ni abandonó a su pueblo a su suerte. Nuestro Dios tiene el control de todo y ni un cabello cae de nuestra cabeza sin su permiso. Pero es necesario comprender y analizar cuál es el mensaje que él quiere enviarnos cuando permite cosas como las que hemos vivido suceden. ¡Disfrute de su lectura!
Edison Souza
Periodista y Anciano en la Iglesia Presbiteriana de Campinas, São Paulo, Brasil.