Juan 19:17-27
ANTES DE CONQUISTAR EL MUNDO
“Cuando Jesús vio a su madre, y junto a ella al discípulo a quien él quería mucho, dijo a su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Juan 19:26
Por el lugar donde vivo, es difícil encontrar hogares donde no tengan una imagen de la virgen, rodeada de veladoras o luces. Es parte de la religiosidad popular dedicarle un altar, y dirigir su devoción hacia ella más que hacia Jesús. Ser patriota es ser mariano o guadalupano, cantan muchas veces en las calles.
Aunque suene extraño, hubo un discípulo que sí tuvo a la madre de Jesús en su hogar por voluntad expresa del Señor. No en un cuadro, ni en una escultura. Tuvo a María en persona, como una madre, y él era para ella, como un hijo. Y que sea Juan quien reciba a María en su casa, explica cuál era la intención de Jesús. Mientras él estaba pendiendo de la cruz, puso atención a la condición de su madre al quedarse sin su hijo. Ella necesitaría el cuidado de alguien, y ¿quién más que el discípulo amado para estar al pendiente de ella?
Eso es lo que entendió Juan, y, por eso, “desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa”. Él nunca habla qué pasó con ella y de cuál fue su experiencia. No sabemos cuánto tiempo vivieron juntos. No ve en esto una práctica simbólica que nosotros seamos llamados a emular. Lo que sí nos enseña este acto de Jesús, es el de cuidar de los nuestros como parte de nuestra fe. Un verdadero creyente no se distingue por ser candil de la calle y oscuridad en la casa.
Gracias, Jesús, por mostrarnos que te preocupas por tus hijos, como lo hiciste con tu madre. Ayúdame a hacer lo mismo con mis seres queridos. Amén.