16 de junio del 2021
1 Corintios 9:1-18
UN APÓSTOL DERECHO
“No me negarán ustedes que yo tengo la libertad y los derechos de un apóstol, pues he visto a Jesús nuestro Señor”.
1 Corintios 9:1
¿No le sorprende la gran cantidad de apóstoles de los que se oye en estos días? Seguramente ha escuchado hablar de ellos, y de la autoridad incuestionable que gozan entre sus seguidores. He visto algunos que ni errados rectifican y ni caídos se doblegan. ¿Se puede aplicar a ellos las palabras del Señor: “por sus frutos los conoceréis”, o están más allá de todo escrutinio?
Debemos ser cuidadosos si en alguna ocasión se nos llama a entregarle nuestra lealtad máxima a algún líder por muy importante que sea en la iglesia. Pablo, el apóstol, habló en su tiempo de falsos apóstoles, “obreros fraudulentos que se disfrazan como apóstoles de Cristo” (2 Corintios 11:13). Si eso sucedía, cuando los verdaderos apóstoles aun estaban vivos, imagine ahora que no están ellos para desenmascararlos.
Dado que él no había formado parte de “los doce” que el Señor había llamado en vida, Pablo nos presenta un argumento irrefutable de la autenticidad de su apostolado: “he visto a Jesús nuestro Señor”. Él había encontrado al Señor, o, más bien, el Señor lo había encontrado en el camino a Damasco. Y haber visto al Señor le hacía vivir para servirle. Ser apóstol le daba ciertos derechos, pero ¡oh, sorpresa! Él renunció a ellos, y nos invita a nosotros a hacer lo mismo por causa del evangelio.
Gracias, Señor, porque sabemos que siempre hay en tu iglesia ministros sinceros que reflejan el carácter de Cristo. Bendito seas, en Jesús, amén.?
El camino a la madurez cristiana es una travesía maravillosa. No hay nada que se compare a estar en sintonía con la voluntad de nuestro bondadoso Dios. Su Hijo Jesucristo ha hecho posible el recorrido a través de su muerte en la cruz. Y, por si fuera poco, Dios ha hecho morar su Espíritu en nosotros para guiarnos, fortalecernos y capacitarnos para crecer junto con nuestros hermanos en la fe. Pero tenga cuidado de caer en la tentación de buscar atajos. No se deje seducir por los predicadores que le animan a seguir una meta distinta. La iglesia de Corinto es un ejemplo de los peligros de equi- vocar el camino y la confusión resultante. Gracias a Dios, nuestros errores no tienen la última palabra, y él permitió que el apóstol Pablo atendiera la necesidad pastoral de esta iglesia. De ese modo, la iglesia pudo retomar el camino, y nosotros también podemos hacerlo si nos hemos extraviado.
Huascar de la Cruz
Es casado y tiene cuatro hijos. Ha sido pastor en México por largo tiempo, y en la actualidad funge como el director del Ministerio Reforma.