Lucas 9:51-58
DE VUELTA A JERUSALÉN
“Cuando ya se acercaba el tiempo en que Jesús había de subir al cielo, emprendió con valor su viaje a Jerusalén”.  Lucas 9:51
Después de tres años de enseñar y sanar como parte del anuncio de las buenas nuevas del reino de Dios, Jesús sabía que el momento de ir a Jerusalén había llegado. Allí entraría a la ciudad como el Mesías prometido, limpiaría el templo, sería arrestado y golpeado, moriría en una cruz y después resucitaría.
Jesús estaba determinado a soportar todo, y se concentró tanto en su tarea que ni siquiera la falta de hospitalidad del pueblo samaritano lo distrajo. Al contrario, cuando sus discípulos quisieron hacerles pagar por su insolencia, él los reprendió y se marchó a otra aldea. Como él mismo dijo, “el Hijo del Hombre no tiene lugar donde recostar la cabeza”. Jesús sabía que no tenía a dónde ir más que a Jerusalén y la cruz, y nada se lo impediría.
Debido a que el objetivo de la vida cristiana es crucificar nuestras pasiones con Cristo, debemos, con gran determinación, mantener nuestra mirada fija en Jesús y seguirle. No despeguemos nuestros ojos de aquel que soportó la “oposición de pecadores”, incluida la humillación de la falta de hospitalidad. Por nuestro bien, incluso “soportó la cruz”. Si fijamos nuestra mirada en todo lo que él ha hecho por nosotros, no nos “cansaremos ni desmayaremos”. Y, como nos lo ha prometido, nuestro Señor crucificado y resucitado estará con nosotros a cada paso del camino.
Señor, mantén mis ojos en Jesús, para que nada me distraiga de seguirlo. Jesús, gracias por pagar el precio de todos mis pecados en la cruz. En tu nombre, Amén.