Mateo 22:34-40
VECINOS EN EL CAMINO
“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón… y a tu prójimo como a ti mismo”.
Mateo 22:37,39
Los vecinos pueden dificultar nuestro amor por Dios, pero no por lo que hacen. No fue culpa de Abel que Dios haya preferido su sacrificio, ni del hijo pródigo que su padre quisiera hacer una fiesta costosa a su regreso. Los hermanos mayores se negaron a amar a sus vecinos, es decir, a sus hermanos menores, porque no estaban de acuerdo con el amor de Dios por ellos.
Para caminar con Dios, necesitamos vecinos, sean miembros de la familia u otros creyentes en Cristo—incluso si la única manera de conectarse con ellos es por teléfono o internet. Es posible que algunos vecinos sean desconocidos para nosotros, como el buen samaritano que ayudó al hombre atacado por ladrones. También hay vecinos que pueden ser como una piedra en el zapato: tal vez hay un hermano que no puede estar sin hablar de lo bueno que es; o quizá hay un amigo que continúa recordándote que lo ofendiste, a pesar de haber aceptado tus disculpas.
Caminar con Dios puede ser difícil porque a veces no nos gusta su buen trato a otros, o no nos gusta cómo se comporta nuestro prójimo. La buena noticia es que nuestros vecinos no tienen por qué gustarnos. Lo único que tenemos que hacer es amarlos, como Dios nos amó, cuando no tenía por qué hacerlo. Dale a tu prójimo una buena razón para que te ame.
Confieso, Señor, que es difícil amar a algunos de mis vecinos, y debe ser difícil para algunos de ellos amarme. Derrama tu amor en nosotros. En el nombre de Jesús. Amén.