Mateo 23:37-39
¿CUÁNTAS VECES MÁS?
“¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!”. Mateo 23:37
¿Alguna vez ha observado cómo una gallina protege a sus polluelos? Ante el menor indicio de peligro, lanza un fuerte cacareo, y los pequeños corren presurosos a esconderse bajo sus alas. Ella los cobija con firmeza y ternura. Pero si un polluelo ignora el llamado y se dispersa, queda vulnerable. La advertencia no es por capricho, sino por amor. Eso mismo expresa Jesús en su lamento sobre Jerusalén. Su corazón está quebrantado: “¡Cuántas veces quise!” —dice con dolor. El problema no fue su deseo de cuidar, sino la negativa del pueblo a buscar refugio en Él.
La imagen no puede ser más clara: Dios no se desentiende de nuestro dolor ni del peligro que enfrentamos. Él extiende sus alas, nos llama a su protección. Pero, en nuestra autosuficiencia o indiferencia, muchas veces no escuchamos. Corremos en dirección opuesta, convencidos de que lo resolveremos por nuestra cuenta. ¿Y cuántas veces, al mirar atrás, no hemos dicho: “si tan solo hubiera acudido a Dios desde el principio…”?
Aun así, el corazón de Jesús no se endurece. A pesar del rechazo, Él fue a la cruz con los brazos abiertos, como alas extendidas para cubrirnos. Allí, cargó con el peligro más profundo: nuestro pecado, nuestra muerte, nuestra separación eterna. Por su sacrificio, ahora siempre hay un lugar bajo sus alas para quien acuda a Él.
Señor Jesús, gracias por salvarnos para que podamos vivir contigo. Enséñanos a buscar refugio en ti y a vivir con fidelidad cada día. Amén.