Eclesiastés 3:1-15
CONFIANDO EN EL TIEMPO DE DIOS
“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora”. Eclesiastés 3:1
Todos, en algún momento, hemos querido que las cosas pasen ya: una solución rápida, una respuesta clara, un cambio inmediato. Pero la Palabra nos recuerda que Dios no tiene prisa, y sin embargo, nunca llega tarde. Él conoce el panorama completo. Ve lo que nosotros no vemos. Y su tiempo —aunque a veces nos desespere— siempre es perfecto.
Confiar en el tiempo de Dios significa soltar el control. Es renunciar a la ansiedad de tener que entenderlo todo ahora. Es decirle: “Señor, no lo comprendo, pero confío en ti”. Y cuando lo hacemos, algo cambia dentro de nosotros. La fe se fortalece. La paciencia se vuelve compañera. El corazón se aquieta. Y con el tiempo, empezamos a ver cómo su fidelidad se revela de maneras que nunca hubiéramos imaginado.
Hoy, al mirar atrás, puedo reconocer que algunas de las mejores bendiciones llegaron después de una larga espera. No cuando yo quise, sino cuando Dios supo que estaba listo. En esa espera, Él me enseñó a depender más de su gracia, a valorar lo eterno por encima de lo inmediato, y a confiar en que cada capítulo de mi historia está en sus manos. ¿La espera te ha cansado? ¿Sientes que Dios se ha tardado demasiado? Te animo a descansar en su promesa: Él no olvida. Él no falla. Él obra en su tiempo. Y cuando llegue, será perfecto. No un minuto antes, no un minuto después.
Padre, ayúdanos a confiar en tu tiempo en todos los aspectos de nuestras vidas. Danos más fe y confianza en ti. En el nombre de Jesús. Amén.