Juan 8:31-38
RESTAURACIÓN TOTAL
“Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre”. Juan 8:35
La profundidad de la gracia de Dios es verdaderamente sorprendente. Dios no se limita a perdonar a regañadientes: lo que Él anhela es restaurar completamente a aquellos hijos que han estado lejos. En la parábola del hijo pródigo, lo que el padre hace al ver a su hijo volver es mucho más que un gesto de ternura: es una declaración de perdón y restauración.
Ni siquiera deja que su hijo termine el discurso que había preparado. En cambio, dice con urgencia: “¡Traigan el mejor vestido! ¡Pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies!” (Lucas 15:22). El vestido habla de dignidad recuperada. El anillo indica autoridad y pertenencia. Las sandalias muestran que no es un esclavo, sino un hijo libre en casa. Este padre no está castigando. No está negociando. Está restaurando. Y así es Dios con nosotros.
La culpa y la vergüenza de nuestros pecados fueron puestas sobre Jesús en la cruz. Él cargó lo que a nosotros nos correspondía. Con su muerte, nos liberó de la condena… y con su resurrección nos dio el regalo de volver a casa. Cuando recibimos a Cristo como nuestro Salvador, no volvemos como siervos temerosos, sino como hijos plenamente restaurados. Somos parte de la familia. Y nuestro Padre celestial nos recibe con los brazos abiertos, deseando vestirnos con su perdón y celebrar nuestro regreso.
Tu gracia, Señor, es asombrosa. Gracias por restaurar nuestras almas y enviar a Jesús a salvarnos. En Cristo, Amén.