Juan 13:1-20
SI ÉL LO HIZO, ¿QUÉ NOS DETIENE?
"Después de lavarles los pies, Jesús volvió a ponerse la capa, se sentó otra vez a la mesa y les dijo: ¿Entienden ustedes lo que les he hecho?". Juan 13:12
El Señor Jesús nunca deja de sorprendernos, ni siquiera cuando estaba a pocas horas de que sus manos fueran clavadas en la cruz. Manos lo suficientemente fuertes para sostener el universo, pero tan tiernas como para sanar a los enfermos y bendecir a los niños. Sin embargo, antes de su sacrificio, esas mismas manos nos enseñan una valiosa lección: con humildad y amor, Jesús se dispuso a lavar los pies de sus discípulos.
En una escena conmovedora, el Señor, el Rey de reyes, tomó la posición de un siervo. Uno a uno, sin excluir a nadie, lavó los pies de sus seguidores, aun sabiendo que en pocas horas lo abandonarían. No eran pies delicados ni finos, sino callosos y polvorientos, cubiertos de mugre que debía ser limpiada antes de la última cena. Aun así, Jesús no se detuvo, pues su amor no dependía de la dignidad de quienes recibían su servicio, sino de su propio corazón de siervo.
Pero esta acción no fue solo un acto conmovedor, sino un mandato. Jesús no permitió que quedara en un simple gesto simbólico, sino que estableció un modelo para su pueblo: "Yo les he dado un ejemplo, para que ustedes hagan lo mismo que yo les he hecho" (Juan 13:15). Así nos llama a reflejar su carácter en nuestra vida diaria, sirviendo con amor y humildad, tal como Él lo hizo. Que nuestras manos, como las suyas, no busquen ser exaltadas, sino estar dispuestas a servir.
Señor Jesús, haz que nuestro liderazgo refleje tu amor y tu vida de sacrifico. Y que nuestras acciones te glorifiquen siempre. Amén.