10 de diciembre del 2025
Isaías 44:1-8
PROPIEDAD DEL SEÑOR
“Uno dirá: “Yo soy del Señor”, otro se llamará descendiente de Jacob, y otro se grabará en la mano: “Propiedad del Señor”, y añadirá el nombre de Israel al suyo propio”. Isaías 44:5
¿Alguna vez le ha dado vergüenza confesar que es parte del pueblo de Dios? Tal vez en una reunión donde la fe cristiana es vista con desprecio, o en un salón de clases donde la religión se ridiculiza. Es fácil sentirse solo, vulnerable, o incluso intimidado en una cultura que considera anticuada la fe, y hasta ofensiva la lealtad a Cristo. Y, sin embargo, Isaías 44:5 nos pinta un cuadro muy distinto: el de personas que no solo reconocen su identidad espiritual, sino que lo hacen con gozo y sin reservas. ¡Qué hermoso es saberse parte del pueblo del Señor! En tiempos de Isaías, “grabarse algo en la mano” era un símbolo de pertenencia y lealtad. No se trata de una recomendación literal para marcarse el cuerpo, sino de una imagen poderosa que expresa la alegría de sabernos propiedad del Señor. Aquí, alguien se marca nada menos que: “Del Señor soy”. Es como decir: “Le pertenezco completamente. Mi vida no es mía, es de Él. Y no me avergüenzo en absoluto”. En un mundo que busca identidad en logros, posesiones o fama, este versículo nos recuerda que nuestra verdadera identidad comienza por sabernos hijos del Dios vivo. No necesitamos grabar nuestro nombre en la historia, basta con saber que nuestro nombre está grabado en las manos del Señor (Isaías 49:16). Y si Él nos tiene tan presentes, ¿cómo no íbamos a proclamar con gratitud que le pertenecemos?
Bendito señor, gracias por darme el privilegio de pertenecer a ti. Ayúdame a vivir con gozo, sin mostrar vergüenza, proclamando que soy tuyo. En el nombre de tu Hijo, amén.
Cada vez que abrimos el Nuevo Testamento, lo primero que encontramos son los evangelios. Y tiene mucho sentido, porque allí se nos narra la venida, vida, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Sin embargo, mucho antes de que Él apareciera en la historia, ya había una voz que anunciaba con claridad sorprendente los eventos que estaban por venir. Esa voz fue la del profeta Isaías. Por eso, no es de extrañar que muchos se refieran al libro de Isaías como “el quinto evangelio”. En sus páginas encontramos no solo advertencias de juicio, sino también promesas de restauración, consuelo y esperanza. Isaías no solo anticipó el sufrimiento del pueblo en el exilio, sino también la venida del Mesías, su nacimiento virginal, su ministerio, su pasión y su gloria. En este tiempo del año, cuando el mensaje de la venida de Cristo se escucha por todas partes, te invitamos a detenerte y dejar que las palabras de Isaías hablen a tu corazón. Que su mensaje sea para ti, no solo poesía antigua, sino buenas nuevas vivas, que alientan, consuelan y apuntan con poder a Jesús, nuestro Salvador.
Huascar de la Cruz
Es casado y tiene 4 hijos. Ha sido pastor en México por largo tiempo, y en la actualidad funge como director de Ministerio Reforma.