2 Samuel 11:1-5
CUANDO BAJAMOS LA GUARDIA
“David ordenó entonces a unos mensajeros que se la trajeran, y se acostó con ella…” 2 Samuel 11:4
A veces, las caídas más grandes comienzan en los momentos en que nos sentimos más seguros. David había vivido muchas victorias. Dios lo había llevado desde el campo de ovejas hasta el trono, le había dado éxito en el campo de batalla y había hecho de él un gran líder. Pero en el momento en que dejó de luchar, se convirtió en su propio enemigo.
David se quedó en casa, descansando, relajado, sin compromisos. Cuando vio a Betsabé pudo haber apartado la vista, pudo haber cambiado el rumbo, pero en lugar de eso alimentó el deseo. Quiso saber quién era, aunque la respuesta no cambiaría su decisión. Ya estaba atrapado en su propio deseo. Y así, el rey que venció gigantes, fue vencido por sí mismo. Lo que parecía solo una noche de placer se convirtió en una historia de mentira, traición y muerte. Betsabé quedó embarazada. Urías, su esposo, fue asesinado por órdenes del mismo rey al que servía con lealtad. Y David, el hombre conforme al corazón de Dios, cargó con una culpa que marcó su vida, su familia y su reinado.
Si David, un hombre fuerte, valiente y lleno de fe, pudo caer, ¿cuánto más debemos estar en guardia? El enemigo no ataca cuando estamos preparados, sino cuando estamos distraídos, cómodos, desprevenidos. Necesitamos estar alerta, cuidar nuestros pensamientos, nuestros ojos, nuestro corazón. No podemos jugar con el pecado y esperar salir ilesos.
Señor, ayúdame a estar atento. No quiero ser descuidado ni bajar la guardia. Guárdame de las pequeñas concesiones que pueden alejarme de Ti. Te lo ruego en el nombre de Cristo, Amén.