Colosenses 3:12-17
EL FRUTO DEL ESPÍRITU ES MANSEDUMBRE
“Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, paciencia”.
Colosenses 3:12
Cuando Jesús dijo en Mateo 5:5: “Bienaventurados los mansos”, estaba enseñando una verdad contracultural. Hoy en día, la mansedumbre suele asociarse con debilidad o timidez, pero en la Biblia, es todo lo contrario. La mansedumbre es poder bajo control, es elegir la gentileza y la humildad cuando podríamos imponer nuestra voluntad.
Un ejemplo perfecto de esto es Jesús mismo. Zacarías profetizó sobre un rey que entraría en Jerusalén montado en un burro, en lugar de un caballo de guerra (Zacarías 9:9). Contra toda expectativa, Jesús se presentó no como un conquistador militar, sino como un rey de paz. Su mayor acto de mansedumbre fue entregar su vida en la cruz, poniendo de lado su gloria para liberarnos del pecado y la muerte. Y, con un poder inigualable, resucitó, asegurando la victoria para todos los que creen en Él.
Ser manso no significa ser pasivo o débil. Cuando alguien nos trata con dureza o injusticia, la reacción natural sería devolver la misma actitud. Sin embargo, una persona mansa elige responder con calma y respeto, sin ceder al enojo, pero también sin permitir que la injusticia pase desapercibida. Hay momentos en los que se requiere firmeza y autoridad, pero hay otros en los que Dios nos llama a responder con humildad y servicio. La verdadera fuerza no se demuestra dominando a los demás, sino reflejando el corazón de Cristo.
Espíritu Santo, enséñanos cuándo ser fuertes y audaces, y cuándo ser humildes y mansos para que tu reino y tu pueblo sean edificados. Te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.