Juan 13:1-17
EMPEZANDO CON BUEN PIE
“Pues si yo, el Maestro y Señor, les he lavado a ustedes los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros”.
Juan 13:14
El Señor Jesús nunca deja de sorprendernos, ni siquiera cuando se encontraba a pocas horas de que sus manos fueran clavadas en la cruz. En una escena cargada de significado, el Señor va a usar sus manos puras y preciosas para lavar los pies sucios de sus discípulos. Uno a uno, sin omitir a alguno de ellos, el Señor llevó a cabo su labor, aun cuando horas después le abandonarían al estar colgando en la cruz. No eran en realidad pies delicados ni finos, sino callosos y polvorientos, llenos de mugre que necesitaba ser removida para celebrar la última cena.
¿Qué tenía de especial este grupo al grado que Jesús le haya hecho objeto de tan grande honor? En realidad, no fue por ningún mérito. Es simplemente que estos son los suyos, los que el Padre le dio, quienes creyeron en él, y a quienes les confió el mensaje más poderoso que haya existido.
El Señor culmina esta lección haciendo de ella una norma para su pueblo. Él no permite que esta acción quede simplemente en buenas intenciones. Sus acciones y su carácter se convierten en el modelo para la conducta de su pueblo. Más tarde lo repetirá de esta forma: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (13:34-35).
Señor, nos sentimos tan honrados por la forma en que te sacrificaste por nosotros. Te pedimos que podamos seguir tu ejemplo y vivir sacrificialmente con los que nos rodean. En tu nombre oramos. Amén.