Santiago 5:13-20
MEA CULPA
“Por eso, confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros para ser sanados. La oración fervorosa del justo tiene mucho poder”.
Santiago 5:16
A nadie le gusta admitir que se equivoca. Esperamos que nuestro cónyuge, nuestros hijos o nuestros amigos pasen por alto nuestros defectos y errores y no nos llamen la atención por nuestras incoherencias. Queremos mantener la ilusión de que nuestra vida está en orden. Nadie quiere decir: “¡Me equivoqué y lo siento!”.
Pero al evitar esas palabras dolorosas, nos perdemos la bendición que viene después. Cuando se limpia una herida, puede comenzar la curación. Si vivimos con el pecado supurando en nuestra vida, nos perdemos la curación y la integridad que Dios ha puesto a nuestra disposición. Santiago nos dice que el siguiente paso después de la confesión también es importante para la curación: también debemos orar unos por otros. Es difícil enfadarse con alguien por quien estamos orando sinceramente. Si pedimos a Dios que actúe a través de los demás para hacer avanzar su reino, quizá descubramos que podemos perdonar como hemos sido perdonados.
Esto es algo que puede ocurrir en el recinto más íntimo que es el hogar. ¿Cuánto cambiaría la vida de muchas familias si entre ellos fueran capaces de decir “lo siento” y asumieran la responsabilidad de sus acciones? Es triste observar que muchas personas prefieren evitar la incomodidad de pedir perdón y vivir con relaciones rotas por largo tiempo. No imaginan la intimidad y bendición que surge de la confesión.
Señor bondadoso, concédenos el valor de admitir nuestras faltas y de confesárnoslas mutuamente. Ayúdanos a perdonarnos unos a otros y a orar por aquellos que has puesto en nuestras vidas. Amén.