1 Samuel 1:1-20
CUMPLE LO QUE PROMETES
“Si te dignas contemplar la aflicción de esta sierva tuya, y te acuerdas de mí y me concedes un hijo, yo lo dedicaré toda su vida a tu servicio”. 1 Samuel 1:11
Los creyentes tienen una infinidad de motivos para ir a Dios en oración. Desde el pequeño que pide que le cuide su mascota, hasta el adulto que busca dirección para tomar una decisión importante, el cielo se abre para dar acogida a nuestras oraciones. Ana, por ejemplo, fue al templo a orar porque su deseo de ser madre la consumía. Era tanto su anhelo que le pidió a Dios un hijo varón con el compromiso de entregarlo al servicio de Dios desde pequeño. ¿Ha hecho usted alguna vez un voto semejante a Dios?
Ana era una mujer estéril, algo que en su tiempo consideraban como una maldición de Dios. Sin embargo, ella sabía que no era así, y por eso buscó a Dios en su templo. En lugar de rebelarse en contra suya, de hundirse en la amargura y la frustración ella decide acercarse más a Dios. Y lo busca con tal fervor que el sacerdote del lugar pensó que estaba borracha. A su debido tiempo, Dios respondió su oración y le concedió el hijo por el que tanto había orado.
¿Qué hubiera hecho usted en ese caso? ¿Está dispuesto a cumplir sus votos a Dios sin importar el costo que represente? Ana no dudó ni por un momento cumplir con su promesa. Solo esperó hasta que el pequeño no necesitara la lactancia materna, y entonces, se dirigió al templo, para dejarlo en el mejor lugar que ella pensaba que podía estar: al servicio de Dios.
Ayúdame, oh Dios, a cumplir mis votos qué he hecho delante de ti. Concede que sea una persona de palabra, para tu gloria. Te lo pido, en el nombre de Jesús, Amén.