Tito 2:1-5
LAS MAESTRAS OLVIDADAS
“Igualmente, las ancianas deben… enseñar a las jóvenes a amar a sus esposos y a sus hijos”.
Tito 2:3-4
Seguramente recuerda a algún maestro que dejó una huella profunda en su vida. En algunos casos, esa influencia ha tenido un impacto duradero o le ha dado un giro significativo al camino que llevábamos. ¡Y qué hermoso es tener la oportunidad de agradecerles por lo que hicieron por nosotros en esa etapa de la vida!
Sin embargo, los aprendizajes en la vida no se reducen a un aula o a un curso escolarizado. También hay otras personas que tienen esa virtud de saber enseñar a otros lo que difícilmente nos enseñarían en una escuela. Y, en el cuerpo de Cristo, las personas que sirven como mentores de otros, cumplen una función cuyos resultados perdurarán hasta la eternidad. Esas personas también merecen nuestro reconocimiento y gratitud por el tiempo que han dedicado para instruirnos en los caminos de Dios.
Es el caso de las mujeres mayores, a quienes, por su edad, algunas veces se les trata con menosprecio. En este tiempo que gozamos de tantos avances y en el que fácilmente se nos puede tildar de anticuados, la Escritura dignifica su presencia dentro del pueblo de Dios. Ellas juegan un papel valioso en enseñar a otros, pero, en especial a las mujeres más jóvenes, a amar a sus esposos y a sus hijos. ¿Puede imaginar una tarea más noble y necesaria para una generación en la que el aborto y el divorcio se consideran algunos de sus más grandes logros?
Bendito seas, oh, Dios, gracias porque en tu iglesia todos podemos ser útiles. Te damos gracias por esas mujeres que han dedicado su tiempo y energía para enseñar a otros. En Jesús, amén.