Lucas 23:44-49
OSCURIDAD AL MEDIODÍA
“Desde el mediodía y hasta las tres de la tarde, toda la tierra quedó en oscuridad. El sol dejó de brillar”.
Lucas 23:44-45
Cuando Jesús nació, los relatos del evangelio hablan de una luz resplandeciente en la noche (Lucas 2:8-14). Cuando Jesús murió, esos mismos relatos hablan de una densa oscuridad en pleno mediodía. Incluso el sol ocultó su rostro del terrible sufrimiento del Hijo de Dios. El sufrimiento de Jesús no fue solo físico sino, en su experiencia más profunda, algo espiritual. Aunque su dolor fue indescriptible, desde la flagelación y la tortura que soportó hasta la atroz agonía de la crucifixión, el mayor sufrimiento de Jesús fue el saberse separado del Padre y sometido a los tormentos del infierno.
El apóstol Pablo dice que en la cruz Jesús se hizo maldición por nuestra causa. Nuestras transgresiones recayeron plenamente sobre él. La fealdad de nuestro pecado lo cubrió de vergüenza y dolor. El peso aplastante de nuestras iniquidades fue echado sobre él. Debido a que fue hecho pecado por nosotros (2 Corintios 5:21), la ley exigía su muerte, porque la paga del pecado es muerte (Romanos 6:23).
En la oscuridad de ese día, la cortina del templo se rasgó en dos, y Jesús nos abrió un “nuevo camino de vida” hacia Dios (Hebreos 10:20). A través de su muerte somos reconectados con Dios. Ya no hay más maldición que sufrir, ni condenación eterna que enfrentar. ¡En la cruz, Jesús nos abrió la puerta al cielo!
Padre, las tinieblas que habitaban mi corazón han sido disipadas por tu luz. La gloria de tu majestad ha llenado mi alma con la presencia de Jesús. ¡En él doy gracias! Amén.