1 Pedro 1:13-25
UN GRAN PODER
“Ahora ustedes, al obedecer al mensaje de la verdad, se han purificado para amar sinceramente a los hermanos”.
1 Pedro 1:22
“Con un gran viene una gran responsabilidad”. Quizá se pregunte qué araña me picó, pero no tengo en mente a ningún superhéroe. Pienso en aquellos que son nacidos de nuevo por el poder de Dios, que son guardados por la fe por ese mismo poder, y cuya herencia “no puede destruirse, ni mancharse, ni marchitarse”. Hablo de aquel cuya relación con Dios ha sido restaurada.
Estar en paz con Dios es una gran bendición, pero no es el final. Este pasaje nos dice que vivir rectamente delante de Dios envuelve vivir correctamente con nuestros hermanos. La vida de aquellos que han nacido de nuevo es una vida en comunidad, es una vida en familia. Y aun en tiempos de confinamiento es todavía más importante que el creyente practique el amor fraternal.
Se trata de un amor “de corazón puro”. No es el amor de emoticonos o likes en las redes sociales. Es el amor que en momentos como estos se preocupa genuinamente por los demás. Es el amor que hace preguntarnos si hay algún hermano que ha perdido su trabajo, o carece de recursos y necesita de nuestro apoyo. En estos momentos más que nunca debemos practicar ese amor solidario con que el Espíritu Santo ha dotado a la iglesia, y que no queda simplemente en píos deseos. Y tenemos el poder para hacerlo. La pregunta es si seremos responsables en practicarlo. Un gran poder conlleva una gran responsabilidad.
Señor y Dios mío, mueve mi corazón y el de mis hermanos para amarnos unos a otros con corazón puro. En el nombre de Jesús, amén.